Mucha gente ha llegado al mundo profesional porque tuvieron un perro con «problemas de conducta», de gestión emocional.
Y al verse en la situación de trabajar con su perro, empezaron a profundizar, enamorarse y convertirse en profesionales.
Yo, sin embargo, parto de una base muy diferente.
De tener un perro 100, genialmente terco, totalmente desobediente a ratos, mega sociable con todas las formas de la vida, con una enorme capacidad de adaptación, divertido, parlanchin, con sus trifulcas de vez en cuando con otros perros… con esa cabecita de plátano – EL MAESTRO JEDY (sí, lo escribíamos con Y, jaja)
Sí, parto de esa base.
De haber tenido la oportunidad de haberme criado con boxers, pasar mi temprana adolescencia con una PLC rescatada, hasta llegar a mis 20 y pocos años y empezar a convivir con un EBT (un bullterrier inglés, o cabeza plátano para los amigos, jeje)
Porque con Jedy empecé a hacer cosas para entenderle mejor desde que era un cachorro.
Y sí, le trabajé la llamada, le enseñé a sentarse (y también se lo pedía para demasiadas cosas… quién no ha pasado por allí, jaja).
Pasamos demasiado tiempo en el veterinario (problemas de corazón supuestamente y teclas de todos tipos). Pero también le cocinaba lo que hoy en día se conoce como la dieta natural.
También se llevó algún que otro tirón de la correa, algún que otro grito mío. enfados y frustración.
No lo hice «todo bien», no.
Pero Jedy, sin duda ninguna, era un perro feliz y excelente en todos los sentidos.
Hace unos 22 años que empezó esta aventura. Y hace ya 9 que Jedy se fue.
Pero su legado me queda, hoy en día, más claro que nunca:
Quiero ayudarte a construir una relación con tu perro que no olvidarás nunca.
Que el día que tu perro no esté, pienses en él, sonrías, te acuerdes de todas sus trastadas y aún así, estarás orgullosa de ti, de él y de lo bien que lo habéis hecho JUNTOS.
❤❤❤
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